sábado, 11 de septiembre de 2010

8/09/2010

El viaje a Abu Simbel.

Son las 2:00am y a Ra le queda un buen rato por despertar. Suena el despertador, nos levantamos y rápidamente nos ponemos en marcha. Un rápido desayuno y, como si fuéramos ladrones, abandonamos la dahabiyya,
Nos despedimos de los que han sido nuestros compañeros de viaje durante los últimos días y abordamos la barca de arrastre, que nos acerca a la orilla, donde nos espera un coche con los faros encendidos, como si de unos contrabandistas se tratara. Después nos dirigimos a toda velocidad a la zona del primer control policial, donde sale el convoy de todo los coches, microbuses y autocares que cruzará el desierto  para ir a los magníficos templos que están en lago Naser.
El viaje en convoy es un ir y venir de adelantamientos, pero sin rebasar al autobús de cabeza, que es el que lleva al militar de turno. Después de tres horas de este ajetreo, en las que intentamos dar alguna cabezada, llegamos a Abu Simbel y el templo de Hator.
Abu nos explica que el templo de Abu Simbel, trasladado a una montaña cercana a la original, antes de la construcción de la Gran Presa, está dedicado a Ramses II y a sus logros militares,  sobre todo a su victoria en la batalla contra los hititas. Las grandes estatuas de Ramses impresionan y los relieves de su interior transmiten la fuerza de la batalla. El templo de Hator, que fue también encargado por Ramses II para dedicarlo a su mujer Nefertari, algo más pequeño pero igualmente impresionante y con los interesantes relieves dedicados a la conversión del faraón y su mujer en dioses.
Retornamos en convoy a Aswan y visitamos la Gran Presa, que en su día fue la más grande del mundo.
Cogemos una barca en la zona de la primera presa y nos dirigimos  a la isla del templo de Filae, un interesante templo egipcio de estilo greco-romano dedicado a la diosa Isis. Por aquí pasaron los conocidos Cleoprata y Julio César, donde tuvieron a su hijo Cesarion. El conjunto ha sido trasladado desde su emplazamiento original al actual y durante algún tiempo estuvo bajo las aguas de la primera presa.

Más tarde reponemos fuerzas en un restaurante local (hace 12 horas que no probamos bocado). Con el estómago saciado continuamos el día: visitamos en barca la primera catarata y nos dirigimos a un poblado nubio, donde nos hacen volver al pasado al hacer que nos sentemos en los pupitres del colegio, donde un profesor nos da una clase básica de árabe y nubio. Es divertido el volver a ser niños. Más tarde visitamos la casa del cocodrilo, donde podemos ver varios ejemplares de diferentes tamaños y, de vuelta a la barca, paseamos por el mercado local.

Ya otra vez en Aswan, cambiamos de embarcación y ahora, desde una faluca, vemos caer el día por detrás de la Isla Elefantina. Con la noche las gentes comienzan a salir por Aswan, rompen el ayuno  tras el largo día de Ramadán y el mercado empieza a tomar vida. Paseamos un rato por él y hacemos tiempo antes de ir al aeropuerto para coger un avión que nos llevará a El Cairo.

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