domingo, 3 de octubre de 2010

Visualmente Egipto

Este último post lo dedicamos a nuestra gente más visual, a los que disfrutan más con la imagen que con el texto. Esperamos deleitaros la vista.

domingo, 19 de septiembre de 2010

9-11/09/2010


Tres días en El Cairo.

Día 1

Llegamos al aeropuerto de El Cairo de madrugada, nos reciben y nos trasladan al hotel donde pasar lo que queda de noche. Llevamos ya 24 horas sin dormir y estamos derrotados, una ducha rápida, el genocidio de un par de cucarachas y caemos roques en la cama medida king size.

A la mañana siguiente, después de haber dormido unas 6 horas y haber hecho acopio de energías con un buen desayuno, nos vemos con Abu en la recepción del hotel. Pero antes de salir dirección a las pirámides, hacemos saber de nuestras discrepancias sobre la calidad del alojamiento al recepcionista del hotel. Éste se deshace en excusas y nos dice que a la vuelta de nuestro día tendremos preparada otra habitacion para el cambio.

Llegamos a la pequeña meseta donde están las tres magníficas y grandiosas pirámides de Keops, Kefren y Micerinos. Es cierto que todos las hemos visto en alguna ocasión en la pequeña o gran pantalla, pero el verlas ahí, en vivo y en directo, te deja sin palabras. Abu nos informa sobre los múltiples detalles de las tres construcciones y más tarde subimos al mirador desde el que se puede ver la panorámica de las tres pirámides. Bajamos y llegamos al templo funerario en la base de la meseta desde el que otra vez podemos ver otro de los iconos de este país: la esfinge. Lo cierto es que, como dirían algunos, “me lo imaginaba más grande”. Hacemos infinidad de fotos, como si se nos hubieran rasgado los ojos y en japoneses nos hubiéramos convertido.

Saciado nuestro apetito fotográfico, nos llevan a visitar una tienda de papiros donde un amable dependiente y en un tono totalmente automatizado nos hace una representación de las técnicas constructivas del papiro y las excelencias de los artesanos que trabajan para él. Nos invitan a un par de refrescos de cola y nosotros, como buenos turis, compramos un par de papiros, jejeje.

Ahora nos dirigimos a lo que fue Memphis. Visitamos un pequeño museo con restos de una gran estatua de Ramses II y otras piezas. Desde aquí nos dirigimos a las primeras pirámides y mastabas en la zona de Sakkara. Reponemos fuerzas en un restaurante local y de vuelta al hotel, donde nos espera la nueva habitación.

Nos despedimos de Abu. Con un botones nos dirigimos a la nueva habitación después de tener que volver a explicar al de recepcionista lo sucedido la noche anterior y, tal como vamos andando en dirección a la nueva habitación, nos damos cuenta de que está en la misma zona que la anterior, lo que nos hace recelar del cambio. Y, cómo no, estábamos en lo cierto: con una revisión sobre todo del baño y ante la mirada atónita del botones, le decimos que para la recepción y éste, un señor ya algo estropeado, nos dice que nos quedemos. Pero nosotros que no. Así que para la recepción otra vez. Al llegar se arma algo de revuelo entre los botones, como si fuera un problema suyo, pero nosotros sin hacerles caso y directamente al recepcionista le hacemos saber que el alojamiento no es lo esperado para un 5 estrellas. Él, casi con flema británica, nos dice que es lo que hay por el precio pagado, pero como no estamos contentos nos cambia a una superior. La superior no es que sea mucho más, pero por no estar perdiendo más tiempo decidimos aceptarla.

Nos acercamos al centro de la ciudad, ha caído la noche y es el último día de ramadán; las gentes del lugar pueblan las aceras, los coches llenan las calles y los comercios abiertos invitan a hacer las últimas compras como si de nuestra navidad se tratara. Paseamos por esta ajetreada ciudad y después de cenar retornamos al hotel dejando a los lugareños disfrutar de su fiesta.

Día 2

Quedamos a las 9 am en el hall del hotel, pero nos espera solo el conductor. Abu nos había avisado por teléfono que nos esperaría en la mezquita de Alabastro, así que subimos en el minibús y para allí vamos. Por el camino sufrimos los rigores de caos circulatorio cairota de un día de fiesta, entre humos y pitos vemos la cantidad de niños que hay en la calle, todos vestidos con las ropas nuevas que la noche anterior les regalaron y con el monedero lleno para gastar en chuches, parques de atracciones, montar a caballo o moto. Como buenamente podemos, llegamos a nuestro destino, visitamos la mezquita del siglo XIX y después disfrutamos de la panorámica de El Cairo que nos da el emplazamiento.

Cruzamos otra vez todo El Cairo y llegamos al museo egipcio. Durante un par de horas nos deleitamos de todos los tesoros arqueológicos de los antiguos faraones, sobre todo con los hallazgos de Howard Carter en la tumba del joven faraón Tut-ank-amon. Todo un ajuar de lo que necesitaría un dios en el otro mundo. Terminamos la visita en la sala de las momias, donde ahoran residen los restos de los que fueron algunos de los reyes y reinas del antiguo Egipto.

Reponemos fuerzas y hacemos la última visita del tour: el Khan al-khalili, nos tomamos un té y una sisa en el Café de los Espejos y paseamos por el gran bazar un rato.

Nos despedimos de nuestro guía Abu y nos deseamos suertes mutuas para nuestras futuras vidas.

Durante lo que queda de tarde decidimos no salir del hotel y cenar algo en el italiano del mismo hotel.

Día 3

Nuestro último día en este país. Nos levantamos, desayunamos y dejamos listas las maletas, ya que a la 19 horas más o menos nos vendrán a recoger para ir al aeropuerto. Una vez hemos dejado en consigna del hotel las maletas, pillamos un taxi y tenemos la suerte de que el taxista es copto, porque resulta que el lugar donde queremos ir es a su barrio. Lo que parece algo sencillo se convierte en un pequeño suplicio que al final conseguimos solucionar con una parada de metro cercana.

La intención es visitar el conjunto de iglesias en el barrio copto. Una vez localizado el lugar nos llevamos una pequeña desilusión: lo que pensamos iba a ser un barrio medieval, resulta ser sólo algunas pequeñas iglesias y un cementerio en un recinto cerrado. Después de varias vueltas por el lugar y como son las 13 h., nos desplazamos al centro de la ciudad en busca de un lugar donde comer. Nuestra sorpresa es ver que todo está cerrado, tiendas y restaurantes. Con ayuda de la guía localizamos el Sangría, un bar en un sitio de carácter moderno con cocina internacional y vistas al Nilo. Nos dejamos sablear: al fin y al cabo será nuestra última comida en el país.

Al salir subimos a un taxi y el taxista, un chavalillo de unos veinte pocos que seguro ha visto toda la saga de películas de taxi y se cree el "Alonso" del lugar, nos lleva al Khan al-khalili, donde hacemos las últimas compras y casi únicas de todo el viaje. Paseando descubrimos un grupo de madrasas recién restauradas que nos hace recordar el las viejas madrasas de Bukhara en Uzbekistan.

El tiempo nos cae como una losa y retornamos al hotel, donde un poco más tarde vendrán a buscarnos y nos llevarán al aeropuerto. Vuelta a casa.

e-e-e-e-e-esto es todo amigos.

Hasta pronto

Juan-hj-amón y H-ana-sepsupt

sábado, 11 de septiembre de 2010

8/09/2010

El viaje a Abu Simbel.

Son las 2:00am y a Ra le queda un buen rato por despertar. Suena el despertador, nos levantamos y rápidamente nos ponemos en marcha. Un rápido desayuno y, como si fuéramos ladrones, abandonamos la dahabiyya,
Nos despedimos de los que han sido nuestros compañeros de viaje durante los últimos días y abordamos la barca de arrastre, que nos acerca a la orilla, donde nos espera un coche con los faros encendidos, como si de unos contrabandistas se tratara. Después nos dirigimos a toda velocidad a la zona del primer control policial, donde sale el convoy de todo los coches, microbuses y autocares que cruzará el desierto  para ir a los magníficos templos que están en lago Naser.
El viaje en convoy es un ir y venir de adelantamientos, pero sin rebasar al autobús de cabeza, que es el que lleva al militar de turno. Después de tres horas de este ajetreo, en las que intentamos dar alguna cabezada, llegamos a Abu Simbel y el templo de Hator.
Abu nos explica que el templo de Abu Simbel, trasladado a una montaña cercana a la original, antes de la construcción de la Gran Presa, está dedicado a Ramses II y a sus logros militares,  sobre todo a su victoria en la batalla contra los hititas. Las grandes estatuas de Ramses impresionan y los relieves de su interior transmiten la fuerza de la batalla. El templo de Hator, que fue también encargado por Ramses II para dedicarlo a su mujer Nefertari, algo más pequeño pero igualmente impresionante y con los interesantes relieves dedicados a la conversión del faraón y su mujer en dioses.
Retornamos en convoy a Aswan y visitamos la Gran Presa, que en su día fue la más grande del mundo.
Cogemos una barca en la zona de la primera presa y nos dirigimos  a la isla del templo de Filae, un interesante templo egipcio de estilo greco-romano dedicado a la diosa Isis. Por aquí pasaron los conocidos Cleoprata y Julio César, donde tuvieron a su hijo Cesarion. El conjunto ha sido trasladado desde su emplazamiento original al actual y durante algún tiempo estuvo bajo las aguas de la primera presa.

Más tarde reponemos fuerzas en un restaurante local (hace 12 horas que no probamos bocado). Con el estómago saciado continuamos el día: visitamos en barca la primera catarata y nos dirigimos a un poblado nubio, donde nos hacen volver al pasado al hacer que nos sentemos en los pupitres del colegio, donde un profesor nos da una clase básica de árabe y nubio. Es divertido el volver a ser niños. Más tarde visitamos la casa del cocodrilo, donde podemos ver varios ejemplares de diferentes tamaños y, de vuelta a la barca, paseamos por el mercado local.

Ya otra vez en Aswan, cambiamos de embarcación y ahora, desde una faluca, vemos caer el día por detrás de la Isla Elefantina. Con la noche las gentes comienzan a salir por Aswan, rompen el ayuno  tras el largo día de Ramadán y el mercado empieza a tomar vida. Paseamos un rato por él y hacemos tiempo antes de ir al aeropuerto para coger un avión que nos llevará a El Cairo.

jueves, 9 de septiembre de 2010

07/09/2010




Visita al dios Sobek o terror en el mercadillo.

Amanece un nuevo día en la  dahabiyya y nosotros, sus alegres ocupantes, amanecemos con él. Un tranquilo fluir por las aguas del Nilo nos lleva a Kom Ombo o la tierra del dios Sobek y Orus el viejo.
Mientras llegamos, Mahmut nos tiene preparada la mesa del desayuno con ricas viandas para afrontar este nuevo día.

Llegamos a Kom Ombo y vemos las grandes columnas, los restos de lo que en un día fue el gran templo egipcio con influencias greco-romanas. Como no hemos atracado donde lo hacen los cruceros, nos libramos de ser acosados por los incansables vendedores que esperan a los turis de los grandes barcos.

Este templo está dedicado la mitad al dios Sobek, con cabeza de cocodrilo, y la otra mitad a Horus el viejo. En él vemos como cosas más interesantes: un calendario con las ofrendas del día, algún cartucho con el  nombre de Cleoprata la tercera, que no es la de Julio César, y más atrás los instrumentos de medicina general en un bajo relieve. Volvemos a la dahabiyya, donde nos reciben con un rico zumito.

Llegamos al ajetreado mercado de Daraw. Abu para a un tuctú y comienza la aventura a toda velocidad por las calles de esta ciudad sorteando la gente, los coches, los puestos de venta y el resto de tuctús. Llegamos al mercado de animales de la ciudad algo tarde y sólo quedan algunos camellos, vacas, cabras. Después de algunas fotos, vuelta al barco. Pero antes sufrimos el colapso circulatorio dentro del mercado de frutas y verduras: una ranchera cargada de sacos no nos deja avanzar y la gente se nos cruza por todos lados, el calor dentro del tuctú es infernal y aguantamos con la mejor de nuestras sonrisas las miradas de los locales que vienen a decir “que harán estos locos turistas aquí”. Al fin llegamos a la dahabiyya y continuamos navegación hacia un poblado nubio para ver las construcciones típicas de esta etnia. En la playa donde desembarcamos nos esperan niños con collares y pulseras que, según nos cuentan, son de huesos de camellos. Los pobres se quedan sin hacer negocio: han dado con dos huesos de verdad. Al zarpar los mismos niños se cuelgan de los cabos del barco o se agarran al mismo jugando a que los lleve río adentro.
Seguimos en una navegación tranquila hasta el lugar donde romper ellos el ayuno y hacer noche.

06/09/2010



El Nilo que no cesa o El efecto dahabiyya

¿Cuántos días llevamos a bordo?, ¿cuántas noches arropados por el murmullo y el vaivén de las aguas de este río que nos abraza?, ¿qué día es hoy?... ¿Hemos perdido la razón o estamos realmente en otro mundo?
No hay faena, no hay prisa, porque “la prisa mata”, como ya sabemos los que viajamos, nada que planear, porque todo lo que necesitamos está aquí y ahora... y así, en este pequeño mundo, las cosas se hacen grandes, las horas se saborean más, las personas somos más visibles e importantes, los detalles no pasan sin ser vistos y valoramos mucho más lo que vivimos.
¿Será que nos estamos volviendo lokos? Seguro que echaremos de menos estos días sin más reloj que el que gobierna el cielo.

Hoy ha pasado por delante sin hacer ruido, nosotros lo hemos acompañado y nos hemos dejado llevar y, sin darnos cuenta, nos hemos visto bajo las estrellas, varados al lado de una isla en medio del Nilo, cerca de Kom Ombo, lugar que visitaremos mañana de buena mañana.
Hoy hemos visitado una cantera de la cual salieron toneladas de piedra para construir los templos y pirámides de este antiguo territorio y, como no, junto a ella, un templo para honrar al dios de los canteros. El lugar se llama Gebel Silsila. El resto día lo hemos pasado en la dahabiyya, dejando pasar el tiempo y el río, rumbo hacia Aswan.

Hasta mañana.

4 y 5 /09/2010




Egipto desde el Nilo

Pues aquí estamos. Nos dirigimos en coche a Esna, donde nos espera un barco para surcar durante cuatro días el Nilo: Esna-Aswan.
El barco es del tipo denominado “dahabiyya”. Este es un tipo de barco más sofisticado y grande que las falucas, pero no tiene nada que ver con los cientos de cruceros que surcan el Nilo. Según la “lonely”, “los historiadores medievales las describían como barcas de madera de dos mástiles, profusamente decoradas, y dotadas de baño y camarotes.” En nuestro caso, como navegaremos contra corriente, sólo cuando el viento lo permita utilizaremos las velas como medio de desplazamiento y en la mayor parte de las ocasiones, una barquita a motor será la que nos vaya remolcando lentamente por el río.

Así es y aquí transcurren nuestros próximos cuatro días: por el día navegamos, nos relajamos, disfrutamos con las vistas del Nilo y la vida que transcurre en sus márgenes; cuando llegamos a un punto en el que hay una zona arqueológica o una ciudad que visitar, paramos y bajamos con Abu para conocer el sitio, vuelta a la dahabiyya y seguimos rumbo. Al anochecer atracamos en una islita o margen aislado del río y pasamos tranquilamente la noche. Sólo escuchamos los sonidos de esta tierra, de los pueblos cercanos y los animales del campo.
Los desayunos, comidas y cenas son exquisitos, variados y muy bien preparados, a base de productos de la tierra y del río. Uff, qué pasada!!!
Las zonas arqueológicas que nos encontramos también son espectaculares. El primero en visitar es el templo de Esna, menos frecuentado de lo que debiera, pero realmente merecedor de visita. Al día siguiente, tras el desayuno, el barco atraca en un puertecito al lado de unas cuatro casas, un paseo de un par de kilómetros nos lleva a unas tumbas excavadas en la montaña; son las tumbas de los gobernadores de la zona y nos muestran cómo era la vida diaria en el Imperio Nuevo. Cuando el dios Ra descarga su ímpetu con más fuerza, y como viene siendo costumbre en nuestro viaje, llegamos a Edfu, que tiene el templo mejor conservado de todo el país: nos deja boquiabiertos. Nosotros y cuatro turistas más nos deleitamos con la visita y el calor se hace menos.

Moraleja: mejor hacer las visitas cuando más calor hace para no aguantar colas, poder moverte por los rincones sin problemas y hacer las fotos que queramos sin “bichos”. De esta forma no hemos tenido que sufrir ninguna cola en todo el viaje y hemos disfrutado mucho todas las visitas.
Esta opción de conocer el Nilo y sus alrededores es una maravilla y lo recomendamos a todos los que penséis programar un viaje por aquí.

Nota del traductor:
Parecemos viajeros victorianos surcando el Nilo: nosotros dos junto a Abu, los únicos huéspedes en la dahabiyya y 7 tripulantes trabajando para nosotros (5 en la dahabiyya y dos más en la barca que nos remolca cuando eolo decide no ejercer su fuerza).
Pero, claro está, siempre hay que hacer frente a imprevistos y problemas. Hoy hemos tenido un pequeña avería antes de llegar a Edfu en el motor de la barca remolcadora, que ha dicho “basta” y el cigüeñal parece que ha dejado de girar. Así que, como no se podía cruzar a vela el puente que nos separaba del embarcadero, nos han facilitado una calesa para acercarnos hasta el templo de Edfu mientras ellos han seguido sus reparaciones: muy bien pensado.


La vida sigue en la “dahabiyya” y en el Nilo. En el próximo post seguiremos contando.

El sol del Ramadán




El sol sale a eso de las 5,30 y sale a lo bestia. Es difícil no darse cuenta del poder del dios Ra en este país. Por mucho que otras religiones y creencias hayan querido imponerse, aquí la vida se organiza en torno a los deseos de Ra, el principal dios de los antiguos egipcios. Incluso hemos visto que el ayuno se corta a diferentes horas en diferentes lugares, dependiendo de la hora a la que el sol se oculta.
En ese mismo instante en el que el dios sol se oculta comienzan a escucharse las llamadas desde todos los minaretes al unísono. El mundo, que en los últimos minutos ha estado casi callado, aletargado, pero en tensión, estalla de repente y a las liturgias que se difunden de arriba abajo se suma el bullicio de los creyentes que celebran a ras del suelo, diciendo adiós al último rayo, haber podido cumplir un día más de ayuno y se disponen a disfrutar del ágape bien merecido.
De repente, no más allá de 2 minutos después, vuelve a hacerse el silencio, las calles vacías, la noche que llega y el mundo parece que se detiene.
Pero no es verdad, lo que pasa es que todo ser viviente está llenando sus estómagos de bebida (que la sed acumulada durante el día es muy fuerte) y de comida.
La liturgia gastronómica comienza. En la zona del desierto, con dátiles y sopa, para reponer fuerzas rápidamente y preparar el estómago poco a poco, descansando un poco para seguir con  los platos más potentes y especiados. En otras zonas, según toque, según sea costumbre o según se pueda. El caso es reponer líquidos y comer, comer, comer.
A reglón seguido, el bullicio aparece en las calles, las tiendas se llenan de visitantes, queda poco para el fin del Ramadán y hay que ir preparando la festividad con comidas, vestidos..., el cole empezará también pronto y hay que reponer los materiales escolares... En fin, que el caso es salir. Es la hora de los atascos. Y el bullicio no cesará hasta bien entrada la noche.
Más tarde, a eso de las 4 de la madrugada, con la nueva llamada desde los altos minaretes, la gente despertará, se prepararán más viandas con las que los cuerpos podrán hacer frente al nuevo día, que llegará en una o dos horas... Pero para entonces unos dormirán y otros no tendrán más remedio que afrontar la jornada de trabajo.

Este micro post es para daros las gracias por vuestra paciencia y compresión, ya que por estos lares no es fácil conectarnos para actualizar el blog con la facilidad y la calidad que deseáramos.
Muchas gracias.
Ana y Juanjo

2 y 3/09/2010







Luxor, la tierra prometida.

Nos levantamos y, como viene siendo habitual durante nuestro recorrido en el oasis, somos los únicos en el comedor para desayunar: cosas de viajar en estas fechas.
Iniciamos camino dirección Luxor. En algún lugar perdido del desierto dejamos a  Kevin (el guardaespaldas) y seguimos hacia Luxor por unas carreteras que parecen no tener fin: sólo algunas indicaciones en el horizonte que nos informan de que vamos en el sentido correcto y la distancia restante a Luxor.
Al fin, Luxor. Pero antes, el majestuoso e inmenso Nilo, rodeado de verde y verde. Tras varios días de marrón y arena, es un cambio que sorprende a la vista.
Pasamos el puente que cruza el Nilo y conecta lo orilla occidental con la oriental, donde nos espera el representante local de la agencia, Badaouin, que nos da la bienvenida y dejamos las maletas en el  Sheraton.
Recorremos la ciudad en dirección a Karnak y empezamos a ver vida por la calle: calesas, taxis, gentes y turistas. A un lado el impresionante templo de Luxor y más adelante la nueva entrada a Karnak.
Para aquellos de vosotros que lo conozcáis de años atrás, deciros que ahora se entra primero por un edificio nuevo, donde hay una  maqueta del lugar y fotos de la reconstrucción del templo. Aunque también hay que decir que esta construcción ha dejado sin hogar a unas cuantas personas.
Karnak es simplemente impresionante. Para quien no lo sepa, es un complejo de varios templos que constituye un gran templo de diferentes épocas. Para nuestra suerte, casi somos los únicos visitantes: las ordas de turis están llenando sus estómagos y nosotros, tan ricamente, disfrutando de esta maravilla; con calor, pero solos.
Paseamos entre esfinges y cruzamos el primer pilono. Dejamos a un lado los primeros templetes, dedicados a la tríada tebana, se suceden las estatuas de antiguos faraones y llegamos a la gran sala hipóstila, con sus grandes columnas que nos hace parecer enanos. Dejamos perder la imaginación en el templo mientras Abu nos cuenta el significado de las historias narradas a través de relieves de sus paredes.
Nos dejan en el hotel y comemos algo por la zona. Como el sol y el calor es abrasador,  nos ponemos el bañador y hacemos uso de la fabulosa piscina del hotel; en fin, disfrutamos de la puesta del sol sobre el Nilo.
Somos un euro con patas. ¡Dios!, ¿no sabe esta gente que NO es NO?  Nada mas salir del hotel los caleseros, los taxistas y los de las falucas nos acosan, ofreciendo sus servicios de forma insistente y persistente, hasta que Ana, en un alarde de “paciencia infinita”, les dice. “¡Que no me entiendes, que NO es NO!”. Y el pobre acosador se retira apesadumbrado por su mala suerte. Los de por aquí aún no saben que están intentando hacer negocio con un par de viajeros bastante curtiditos en estas cuestiones.
Damos una larga vuelta por la ajetreada ciudad, cenamos unos “mezze” en una terraza  y vuelta al hotel  en busca del reparador sueño “by walking, of course”.
Nos levantamos a 6:00am,  medio dormidos bajamos a atracar el buffet del desayuno. Aquí ya no estamos solos y nos rodean más turis que hacen lo propio.
7:00am, Abu nos espera en el hall del hotel para comenzar las visitas de hoy. La primera es para el Valle de los Reyes: tres tumbas visitamos, como si de Indiana Jones se tratara, cruzamos el umbral y bajamos al  interior de la tumba de Tutmosis III,  con sus dos salas pintadas como si fueran un cómic de la época y con su sarcófago en forma de cartucho. Salimos de ella como si nos hubieran lanzado cubos de agua encima, chorreando de sudor. La siguiente tumba a la que entramos es la de Ramses III, que tiene la particularidad de estar inacabada y de contar en su interior con bajo-relieves de músicos. Por último visitamos la del padre de los Ramses, la tumba de Ramses I, una tumba más sencilla y pequeña con un gran sarcófago que  ocupa casi toda la estancia.

Dejamos este valle y nos dirigimos al magnífico templo en forma de terrazas de la reina Hatshepsut. Su forma impresiona al visitante, aunque sus interior, después de ver las tumbas reales, nos deja algo de desilusionados. Por cierto, como no hicimos provisión de agua y el sol cada vez es más fuerte, nos vemos en la obligación de ser sableados en la cafetería del templo y pagamos una botella de agua mineral a 15 libras egipcias (cuando al lado del hotel la estábamos pagando a 2,5 libras).

Por último, antes de dejar la orilla occidental vemos los siseantes colosos de Memon que cantan a la aurora, como decían los antiguos griegos.
Ya en la orilla oriental, la última visita del día: el templo de Luxor. Otra vez al ser casi la hora de comer lo tenemos para nosotros solos y aunque visto desde fuera la noche anterior nos había parecido pequeño, cuando cruzamos los pilonos quienes se hacen pequeños somos nosotros. Luxor bien vale la visita con el calor y todo: con su sala hipóstila, las grandes estatuas de Ramses vigilándonos, al fondo una  capilla cristiana del tiempo de los romanos con los emperadores pintados, como si fueran apóstoles (¡mira que era cachondo el césar!) y al comienzo del templo y en altura, lo que nos indica lo enterrado del templo, una antigua mezquita del lugar.
Finalizamos la visita, comemos algo, nos retiramos al hotel para aprovecharnos de su piscina y de paso, pagándolas a precio de oro (será porque son rubias), deleitarnos con el sabor de dos Stellas bien frías.
Repuesto en cuerpo y alma salimos a retomar el pulso a esta ciudad de noche, con la vida que resurge tras la ruptura del ayuno en los días de ramadán. Esta vez negociamos con un calesero que nos lleve al mercado por tres libras y, mientras nos conduce al mercado, no hace otra cosa que intentar convencernos para hacer una ruta o esperarnos para volver al hotel o llevarnos de tiendas. Hasta que Anashepsut lo pone firme como si de la mismísima reina  Hatshepsut se tratara.
Recorremos las calles del zoco turístico y el zoco de frutas o egipcio en el que los locales hacen sus compras. Algunos caleseros que recorren el lugar nos dicen que si somos egipcios, ya que solo ellos van andando.
Después de de varios intentos y una cerveza, descartamos encontrar un restaurante indicado en la “lonely” y acabamos en el italiano del hotel cenando alguna cosa.
Al subir a la habitación, bajo la puerta un sobre con una nota del hotel que nos indica que nos han llamado de la agencia avisándonos de que se retrasa nuestra salida.

domingo, 5 de septiembre de 2010

01/09/2010








Ultimo oasis.

Hoy ha sido un día de ni fu ni fa. Nos levantamos a eso de las 6:30 mas o menos, a las 7:00 desayuno y a las 8.00 en marcha dirección Al-Kharga, el último de los oasis de esta primera parte de nuestro viaje El paisaje que nos rodea durante el viaje es una mezcla de desierto y palmerales con algunas tierras de cultivo de árboles de madera y frutales. A nuestra llegada a Al-Kharga visitamos la necrópolis cristiana de los siglos IV o V d.C. Son peqeñas construcciones cuadradas con techo abobedado y pinturas de los libros sagrados y un par de pequeñas iglesias dedicadas a los santos que suponemos fueron los locales. Cabe reseñar la duración de estas construcciones hasta hoy día, hechas de adobe.
Lo que iba a ser la estrella de la visita en este oasis, el templo de Ibis, no ha podido ser: nos hemos tenido que conformar con una visita desde los lejos, ya que actualmente está cerrado por obras. Aun así, merece la pena. La última visita del día es a un museo que alberga una colección de restos arqueológicos que datan desde el impero antiguo hasta el siglo XIX.
Aquí se podría acabar este post, pero como quiera que somos de los pocos turis que se hayan en la zona y como estamos en Ramadán, nos espera una aventurilla para animar el día: después de dejar las maletas en el semi-desértico hotel, nos dirigimos a comer alguna cosa al centro del oasis y nos quedamos con las ganas, ya que el único restaurante de la zona está cerrado. Volvemos al hotel con algo de fruta y algunas bebidas. Más tarde, a eso de las 18:15, quedamos con Abu, Rafa y Kevin  Costner (nuestro guardaespaldas) para ya con ellos comer-cenar.
Cómo se nota la diferencia entre el día y la noche aquí: mientras de día casi no hay sombra humana por la calle, durante la noche las calles se llenan de gentes, coches, motos, comercios, vida.
Por último nos vamos los cinco a un café a tomar un té y fumar una shisa.
Volvemos al hotel y, como si nos hubiera picado la mosca del tse-tse, caemos rendidos en los brazos de Morfeo hasta el dia siguiente.

jueves, 2 de septiembre de 2010

30-31/08/2010

30-31/08/2010
Bailando con zorros

Anochece en el Desierto Blanco, el cielo nos muestra un mar de estrellas de brillos variados, con la Vía Láctea más lechosa que nunca y aquí abajo las figuras calizas, hace un ratito resplandecientes por el sol de estas latitudes, ahora son figuras fantasmagóricas que se proyectan sobre el campamento recién montado.
Pero no nos amedrentamos. El móvil suena y avisa de que el tiempo del ayuno ha terminado por hoy. Son las 18,30 aprox. Aparecen los dátiles, el zumo de guayaba, el agua y otras viandas sobre la mesita y, tras fotografiar el atardecer espléndido, nos disponemos a dejar que la noche desértica nos envuelva.
Además de un estupendo chófer, Mohy se nos descubre como un cocinero súper apañado y eficiente. En menos de una hora tenemos lista la cena. Seremos nosotros cuatro más unos auto-invitados zorrillos que, al olor de las cacerolas y las brasas, no se cortan ni un pelo en acercarse y zamparse todo tipo de comestible.
Jaja, jiji, qué graciosos los zorrillos!!!... ¡¡En la hora que les obsequiamos con las sobras de la cena!! ¡¡Menuda nochecita!! Estos “lindos” zorrillos no pararon de corretear en toda la noche alrededor del campamento, jugando con las botellas, jugando con nosotros: ¿A que me acerco más y entro a ver qué me llevo de tu lado?, parecían decirnos con esa mirada medio gatuna. ¿A que no eres capaz? ¿A que voy a por ti y te tiro la linterna para asustarte?, respondíamos con la mirada desde el saco de dormir. Todo un tira y afloja nocturno. La aparición de la luna en cuarto menguante facilitaba este juego, pues ya no estábamos tan a oscuras como antes. Así pues, la noche dejó de ser la romántica noche estrellada y los zorros se apoderaron de ella.

¿Cómo dormir con semejante espectáculo?

31/08/2010

31/08/2010
Nos han descubierto...

Hoy no queda más remedio que madrugar; es lo que tiene dormir al raso. Desayuno campestre, recogida rápida del campamento y vuelta a la entrada del Desierto Blanco. Por la mañana la luz cambia y las figuras parecen diferentes, por lo que cae alguna fotico más. Nos despedimos de Mohy y del 4x4 y volvemos al microbús inicial con “Rafa”.
Carretera y manta al Oasis de Farafra, donde visitamos una casa-museo de un artista local construida en adobe y madera a la manera tradicional. Eso sí, no sin antes pasar por otro pozo en el que refrescarnos.
La sorpresa del día llega cuando Abu nos pide los pasaportes para fotocopiarlos de cara a las gestiones necesarias con la policía local y, cuando vuelve, nos comunica que tendremos compañía en los próximos días. No, no se trata de transportar a alguien a su pueblo natal para  ayudarle a cumplir con el rito de “volver a casa por Ramadán”. Se trata de otra cosa: ¡¡Ya nos han descubierto!! Ya se han enterado de nuestras andanzas y necesitamos estar controlados en todo momento, no nos vayamos a desmadrar, claro (Juanjo y su barba siguen haciendo de las suyas... y eso que cuando estuvimos en Turquía ya hubo varios avisos...).
Así que nuestro acompañante llega, pistola en ristre, se acopla en el lugar del copiloto y ale, a seguir viaje. Pero, “ojo con cualquier movimiento en falso, que os tengo controlados”, parece decirnos por el rabillo del ojo.
A este chaval le habrá tocado hacer la mili, que aquí es obligatoria, con destino en el servicio de protección de turistas y/o vigilancia de personas potencialmente peligrosas, como nosotros. Así que no nos quita ojo en todo el día y se lo ponemos difícil cuando visitamos la medina árabe medieval de “Al-Qsar”, en el oasis de Dajla, con sus intrincadas callejuelas y tantos rincones interesantes para fotografiar, o cuando, por la tarde, decidimos salir a dar un paseo sin rumbo fijo por el pueblo en el que nos alojamos mientras Abu y Rafa disfrutan de su merecida comida.
Quitando la gracia descrita, la tarde es un poco aburrida, pues no hay mucho que ver por aquí y menos de noche... y tampoco nos sentimos muy a gusto con la vigilancia continua. Pero esto es así. Abu nos ha explicado que la zona es segura, pero que el Ministerio de Turismo prefiere prevenir y poner la mayor de las seguridades posibles para el viajero: un guardaespaldas, señores, para nosotros dos solitos, tan importantes que semos.

30/08/2010

30/08/2010
El día del Desierto Blanco.
Qué suerte, no nos han hecho madrugar. Después de un rico desayuno nos embarcamos en un ruta por el desierto líbico, ahí vamos los cuatro: nuestro guía, Abu, conocedor de todas las cosas y Mohy, nuestro conocedor del desierto y conductor apasionado. Hemos comenzado con unas vistas del desierto negro, subiendo y bajando dunas como si del rallie de los faraones se tratara y alucinando con el paisaje marciano que nos rodeaba. A eso de cuando más aprieta el calor de la mañana, un bañito en medio del desierto, en una poza de aguas algo sulfuradas y ricas en hierro, simplemente alucinante Mientras nos dábamos el homenaje del baño, han llegado en otro todoterreno  un grupo de tres jóvenes japoneses, se nos quedan mirando y, después de unas palabras entre ellos, uno se queda en gayumbos y el resto se lanza al agua en tejanos. Son tan extraños como siempre: al principio modositos y al final acabaron en un desenfreno total de risas y agua. Terminamos el baño y nos vamos a llenar nuestros dos estómagos con una rica comida mientras que el resto de los locales sigue su ayuno (Abu y Mohy entre ellos).
Dejamos que baje un poco el sol y, después de otro refrescante baño en otro pozo cercano, nos dirigimos a la montaña de cristal y al impresionante desierto blanco, disfrutando de una conducción  entre dunas y valles de otro planeta, bajadas impresionantes que nos hacen sentir el peligro del pilotaje al límite y que nos llevan al corazón del Desierto Blanco, con sus formas esculpidas por la erosión en la roca caliza que nos recuerdan a los sueños de Tim Burton en “Pesadilla de Navidad”.
Montamos, bueno, nos montan el campamento para pasar la noche con la estrellas como techo, pero eso ya sera otro post.