jueves, 9 de septiembre de 2010

07/09/2010




Visita al dios Sobek o terror en el mercadillo.

Amanece un nuevo día en la  dahabiyya y nosotros, sus alegres ocupantes, amanecemos con él. Un tranquilo fluir por las aguas del Nilo nos lleva a Kom Ombo o la tierra del dios Sobek y Orus el viejo.
Mientras llegamos, Mahmut nos tiene preparada la mesa del desayuno con ricas viandas para afrontar este nuevo día.

Llegamos a Kom Ombo y vemos las grandes columnas, los restos de lo que en un día fue el gran templo egipcio con influencias greco-romanas. Como no hemos atracado donde lo hacen los cruceros, nos libramos de ser acosados por los incansables vendedores que esperan a los turis de los grandes barcos.

Este templo está dedicado la mitad al dios Sobek, con cabeza de cocodrilo, y la otra mitad a Horus el viejo. En él vemos como cosas más interesantes: un calendario con las ofrendas del día, algún cartucho con el  nombre de Cleoprata la tercera, que no es la de Julio César, y más atrás los instrumentos de medicina general en un bajo relieve. Volvemos a la dahabiyya, donde nos reciben con un rico zumito.

Llegamos al ajetreado mercado de Daraw. Abu para a un tuctú y comienza la aventura a toda velocidad por las calles de esta ciudad sorteando la gente, los coches, los puestos de venta y el resto de tuctús. Llegamos al mercado de animales de la ciudad algo tarde y sólo quedan algunos camellos, vacas, cabras. Después de algunas fotos, vuelta al barco. Pero antes sufrimos el colapso circulatorio dentro del mercado de frutas y verduras: una ranchera cargada de sacos no nos deja avanzar y la gente se nos cruza por todos lados, el calor dentro del tuctú es infernal y aguantamos con la mejor de nuestras sonrisas las miradas de los locales que vienen a decir “que harán estos locos turistas aquí”. Al fin llegamos a la dahabiyya y continuamos navegación hacia un poblado nubio para ver las construcciones típicas de esta etnia. En la playa donde desembarcamos nos esperan niños con collares y pulseras que, según nos cuentan, son de huesos de camellos. Los pobres se quedan sin hacer negocio: han dado con dos huesos de verdad. Al zarpar los mismos niños se cuelgan de los cabos del barco o se agarran al mismo jugando a que los lleve río adentro.
Seguimos en una navegación tranquila hasta el lugar donde romper ellos el ayuno y hacer noche.

1 comentario:

  1. ¡¡qué bonito fue mientras duró!! ¿Cómo estará nuestro Nilo en estos días?

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