domingo, 3 de octubre de 2010

Visualmente Egipto

Este último post lo dedicamos a nuestra gente más visual, a los que disfrutan más con la imagen que con el texto. Esperamos deleitaros la vista.

domingo, 19 de septiembre de 2010

9-11/09/2010


Tres días en El Cairo.

Día 1

Llegamos al aeropuerto de El Cairo de madrugada, nos reciben y nos trasladan al hotel donde pasar lo que queda de noche. Llevamos ya 24 horas sin dormir y estamos derrotados, una ducha rápida, el genocidio de un par de cucarachas y caemos roques en la cama medida king size.

A la mañana siguiente, después de haber dormido unas 6 horas y haber hecho acopio de energías con un buen desayuno, nos vemos con Abu en la recepción del hotel. Pero antes de salir dirección a las pirámides, hacemos saber de nuestras discrepancias sobre la calidad del alojamiento al recepcionista del hotel. Éste se deshace en excusas y nos dice que a la vuelta de nuestro día tendremos preparada otra habitacion para el cambio.

Llegamos a la pequeña meseta donde están las tres magníficas y grandiosas pirámides de Keops, Kefren y Micerinos. Es cierto que todos las hemos visto en alguna ocasión en la pequeña o gran pantalla, pero el verlas ahí, en vivo y en directo, te deja sin palabras. Abu nos informa sobre los múltiples detalles de las tres construcciones y más tarde subimos al mirador desde el que se puede ver la panorámica de las tres pirámides. Bajamos y llegamos al templo funerario en la base de la meseta desde el que otra vez podemos ver otro de los iconos de este país: la esfinge. Lo cierto es que, como dirían algunos, “me lo imaginaba más grande”. Hacemos infinidad de fotos, como si se nos hubieran rasgado los ojos y en japoneses nos hubiéramos convertido.

Saciado nuestro apetito fotográfico, nos llevan a visitar una tienda de papiros donde un amable dependiente y en un tono totalmente automatizado nos hace una representación de las técnicas constructivas del papiro y las excelencias de los artesanos que trabajan para él. Nos invitan a un par de refrescos de cola y nosotros, como buenos turis, compramos un par de papiros, jejeje.

Ahora nos dirigimos a lo que fue Memphis. Visitamos un pequeño museo con restos de una gran estatua de Ramses II y otras piezas. Desde aquí nos dirigimos a las primeras pirámides y mastabas en la zona de Sakkara. Reponemos fuerzas en un restaurante local y de vuelta al hotel, donde nos espera la nueva habitación.

Nos despedimos de Abu. Con un botones nos dirigimos a la nueva habitación después de tener que volver a explicar al de recepcionista lo sucedido la noche anterior y, tal como vamos andando en dirección a la nueva habitación, nos damos cuenta de que está en la misma zona que la anterior, lo que nos hace recelar del cambio. Y, cómo no, estábamos en lo cierto: con una revisión sobre todo del baño y ante la mirada atónita del botones, le decimos que para la recepción y éste, un señor ya algo estropeado, nos dice que nos quedemos. Pero nosotros que no. Así que para la recepción otra vez. Al llegar se arma algo de revuelo entre los botones, como si fuera un problema suyo, pero nosotros sin hacerles caso y directamente al recepcionista le hacemos saber que el alojamiento no es lo esperado para un 5 estrellas. Él, casi con flema británica, nos dice que es lo que hay por el precio pagado, pero como no estamos contentos nos cambia a una superior. La superior no es que sea mucho más, pero por no estar perdiendo más tiempo decidimos aceptarla.

Nos acercamos al centro de la ciudad, ha caído la noche y es el último día de ramadán; las gentes del lugar pueblan las aceras, los coches llenan las calles y los comercios abiertos invitan a hacer las últimas compras como si de nuestra navidad se tratara. Paseamos por esta ajetreada ciudad y después de cenar retornamos al hotel dejando a los lugareños disfrutar de su fiesta.

Día 2

Quedamos a las 9 am en el hall del hotel, pero nos espera solo el conductor. Abu nos había avisado por teléfono que nos esperaría en la mezquita de Alabastro, así que subimos en el minibús y para allí vamos. Por el camino sufrimos los rigores de caos circulatorio cairota de un día de fiesta, entre humos y pitos vemos la cantidad de niños que hay en la calle, todos vestidos con las ropas nuevas que la noche anterior les regalaron y con el monedero lleno para gastar en chuches, parques de atracciones, montar a caballo o moto. Como buenamente podemos, llegamos a nuestro destino, visitamos la mezquita del siglo XIX y después disfrutamos de la panorámica de El Cairo que nos da el emplazamiento.

Cruzamos otra vez todo El Cairo y llegamos al museo egipcio. Durante un par de horas nos deleitamos de todos los tesoros arqueológicos de los antiguos faraones, sobre todo con los hallazgos de Howard Carter en la tumba del joven faraón Tut-ank-amon. Todo un ajuar de lo que necesitaría un dios en el otro mundo. Terminamos la visita en la sala de las momias, donde ahoran residen los restos de los que fueron algunos de los reyes y reinas del antiguo Egipto.

Reponemos fuerzas y hacemos la última visita del tour: el Khan al-khalili, nos tomamos un té y una sisa en el Café de los Espejos y paseamos por el gran bazar un rato.

Nos despedimos de nuestro guía Abu y nos deseamos suertes mutuas para nuestras futuras vidas.

Durante lo que queda de tarde decidimos no salir del hotel y cenar algo en el italiano del mismo hotel.

Día 3

Nuestro último día en este país. Nos levantamos, desayunamos y dejamos listas las maletas, ya que a la 19 horas más o menos nos vendrán a recoger para ir al aeropuerto. Una vez hemos dejado en consigna del hotel las maletas, pillamos un taxi y tenemos la suerte de que el taxista es copto, porque resulta que el lugar donde queremos ir es a su barrio. Lo que parece algo sencillo se convierte en un pequeño suplicio que al final conseguimos solucionar con una parada de metro cercana.

La intención es visitar el conjunto de iglesias en el barrio copto. Una vez localizado el lugar nos llevamos una pequeña desilusión: lo que pensamos iba a ser un barrio medieval, resulta ser sólo algunas pequeñas iglesias y un cementerio en un recinto cerrado. Después de varias vueltas por el lugar y como son las 13 h., nos desplazamos al centro de la ciudad en busca de un lugar donde comer. Nuestra sorpresa es ver que todo está cerrado, tiendas y restaurantes. Con ayuda de la guía localizamos el Sangría, un bar en un sitio de carácter moderno con cocina internacional y vistas al Nilo. Nos dejamos sablear: al fin y al cabo será nuestra última comida en el país.

Al salir subimos a un taxi y el taxista, un chavalillo de unos veinte pocos que seguro ha visto toda la saga de películas de taxi y se cree el "Alonso" del lugar, nos lleva al Khan al-khalili, donde hacemos las últimas compras y casi únicas de todo el viaje. Paseando descubrimos un grupo de madrasas recién restauradas que nos hace recordar el las viejas madrasas de Bukhara en Uzbekistan.

El tiempo nos cae como una losa y retornamos al hotel, donde un poco más tarde vendrán a buscarnos y nos llevarán al aeropuerto. Vuelta a casa.

e-e-e-e-e-esto es todo amigos.

Hasta pronto

Juan-hj-amón y H-ana-sepsupt

sábado, 11 de septiembre de 2010

8/09/2010

El viaje a Abu Simbel.

Son las 2:00am y a Ra le queda un buen rato por despertar. Suena el despertador, nos levantamos y rápidamente nos ponemos en marcha. Un rápido desayuno y, como si fuéramos ladrones, abandonamos la dahabiyya,
Nos despedimos de los que han sido nuestros compañeros de viaje durante los últimos días y abordamos la barca de arrastre, que nos acerca a la orilla, donde nos espera un coche con los faros encendidos, como si de unos contrabandistas se tratara. Después nos dirigimos a toda velocidad a la zona del primer control policial, donde sale el convoy de todo los coches, microbuses y autocares que cruzará el desierto  para ir a los magníficos templos que están en lago Naser.
El viaje en convoy es un ir y venir de adelantamientos, pero sin rebasar al autobús de cabeza, que es el que lleva al militar de turno. Después de tres horas de este ajetreo, en las que intentamos dar alguna cabezada, llegamos a Abu Simbel y el templo de Hator.
Abu nos explica que el templo de Abu Simbel, trasladado a una montaña cercana a la original, antes de la construcción de la Gran Presa, está dedicado a Ramses II y a sus logros militares,  sobre todo a su victoria en la batalla contra los hititas. Las grandes estatuas de Ramses impresionan y los relieves de su interior transmiten la fuerza de la batalla. El templo de Hator, que fue también encargado por Ramses II para dedicarlo a su mujer Nefertari, algo más pequeño pero igualmente impresionante y con los interesantes relieves dedicados a la conversión del faraón y su mujer en dioses.
Retornamos en convoy a Aswan y visitamos la Gran Presa, que en su día fue la más grande del mundo.
Cogemos una barca en la zona de la primera presa y nos dirigimos  a la isla del templo de Filae, un interesante templo egipcio de estilo greco-romano dedicado a la diosa Isis. Por aquí pasaron los conocidos Cleoprata y Julio César, donde tuvieron a su hijo Cesarion. El conjunto ha sido trasladado desde su emplazamiento original al actual y durante algún tiempo estuvo bajo las aguas de la primera presa.

Más tarde reponemos fuerzas en un restaurante local (hace 12 horas que no probamos bocado). Con el estómago saciado continuamos el día: visitamos en barca la primera catarata y nos dirigimos a un poblado nubio, donde nos hacen volver al pasado al hacer que nos sentemos en los pupitres del colegio, donde un profesor nos da una clase básica de árabe y nubio. Es divertido el volver a ser niños. Más tarde visitamos la casa del cocodrilo, donde podemos ver varios ejemplares de diferentes tamaños y, de vuelta a la barca, paseamos por el mercado local.

Ya otra vez en Aswan, cambiamos de embarcación y ahora, desde una faluca, vemos caer el día por detrás de la Isla Elefantina. Con la noche las gentes comienzan a salir por Aswan, rompen el ayuno  tras el largo día de Ramadán y el mercado empieza a tomar vida. Paseamos un rato por él y hacemos tiempo antes de ir al aeropuerto para coger un avión que nos llevará a El Cairo.

jueves, 9 de septiembre de 2010

07/09/2010




Visita al dios Sobek o terror en el mercadillo.

Amanece un nuevo día en la  dahabiyya y nosotros, sus alegres ocupantes, amanecemos con él. Un tranquilo fluir por las aguas del Nilo nos lleva a Kom Ombo o la tierra del dios Sobek y Orus el viejo.
Mientras llegamos, Mahmut nos tiene preparada la mesa del desayuno con ricas viandas para afrontar este nuevo día.

Llegamos a Kom Ombo y vemos las grandes columnas, los restos de lo que en un día fue el gran templo egipcio con influencias greco-romanas. Como no hemos atracado donde lo hacen los cruceros, nos libramos de ser acosados por los incansables vendedores que esperan a los turis de los grandes barcos.

Este templo está dedicado la mitad al dios Sobek, con cabeza de cocodrilo, y la otra mitad a Horus el viejo. En él vemos como cosas más interesantes: un calendario con las ofrendas del día, algún cartucho con el  nombre de Cleoprata la tercera, que no es la de Julio César, y más atrás los instrumentos de medicina general en un bajo relieve. Volvemos a la dahabiyya, donde nos reciben con un rico zumito.

Llegamos al ajetreado mercado de Daraw. Abu para a un tuctú y comienza la aventura a toda velocidad por las calles de esta ciudad sorteando la gente, los coches, los puestos de venta y el resto de tuctús. Llegamos al mercado de animales de la ciudad algo tarde y sólo quedan algunos camellos, vacas, cabras. Después de algunas fotos, vuelta al barco. Pero antes sufrimos el colapso circulatorio dentro del mercado de frutas y verduras: una ranchera cargada de sacos no nos deja avanzar y la gente se nos cruza por todos lados, el calor dentro del tuctú es infernal y aguantamos con la mejor de nuestras sonrisas las miradas de los locales que vienen a decir “que harán estos locos turistas aquí”. Al fin llegamos a la dahabiyya y continuamos navegación hacia un poblado nubio para ver las construcciones típicas de esta etnia. En la playa donde desembarcamos nos esperan niños con collares y pulseras que, según nos cuentan, son de huesos de camellos. Los pobres se quedan sin hacer negocio: han dado con dos huesos de verdad. Al zarpar los mismos niños se cuelgan de los cabos del barco o se agarran al mismo jugando a que los lleve río adentro.
Seguimos en una navegación tranquila hasta el lugar donde romper ellos el ayuno y hacer noche.

06/09/2010



El Nilo que no cesa o El efecto dahabiyya

¿Cuántos días llevamos a bordo?, ¿cuántas noches arropados por el murmullo y el vaivén de las aguas de este río que nos abraza?, ¿qué día es hoy?... ¿Hemos perdido la razón o estamos realmente en otro mundo?
No hay faena, no hay prisa, porque “la prisa mata”, como ya sabemos los que viajamos, nada que planear, porque todo lo que necesitamos está aquí y ahora... y así, en este pequeño mundo, las cosas se hacen grandes, las horas se saborean más, las personas somos más visibles e importantes, los detalles no pasan sin ser vistos y valoramos mucho más lo que vivimos.
¿Será que nos estamos volviendo lokos? Seguro que echaremos de menos estos días sin más reloj que el que gobierna el cielo.

Hoy ha pasado por delante sin hacer ruido, nosotros lo hemos acompañado y nos hemos dejado llevar y, sin darnos cuenta, nos hemos visto bajo las estrellas, varados al lado de una isla en medio del Nilo, cerca de Kom Ombo, lugar que visitaremos mañana de buena mañana.
Hoy hemos visitado una cantera de la cual salieron toneladas de piedra para construir los templos y pirámides de este antiguo territorio y, como no, junto a ella, un templo para honrar al dios de los canteros. El lugar se llama Gebel Silsila. El resto día lo hemos pasado en la dahabiyya, dejando pasar el tiempo y el río, rumbo hacia Aswan.

Hasta mañana.

4 y 5 /09/2010




Egipto desde el Nilo

Pues aquí estamos. Nos dirigimos en coche a Esna, donde nos espera un barco para surcar durante cuatro días el Nilo: Esna-Aswan.
El barco es del tipo denominado “dahabiyya”. Este es un tipo de barco más sofisticado y grande que las falucas, pero no tiene nada que ver con los cientos de cruceros que surcan el Nilo. Según la “lonely”, “los historiadores medievales las describían como barcas de madera de dos mástiles, profusamente decoradas, y dotadas de baño y camarotes.” En nuestro caso, como navegaremos contra corriente, sólo cuando el viento lo permita utilizaremos las velas como medio de desplazamiento y en la mayor parte de las ocasiones, una barquita a motor será la que nos vaya remolcando lentamente por el río.

Así es y aquí transcurren nuestros próximos cuatro días: por el día navegamos, nos relajamos, disfrutamos con las vistas del Nilo y la vida que transcurre en sus márgenes; cuando llegamos a un punto en el que hay una zona arqueológica o una ciudad que visitar, paramos y bajamos con Abu para conocer el sitio, vuelta a la dahabiyya y seguimos rumbo. Al anochecer atracamos en una islita o margen aislado del río y pasamos tranquilamente la noche. Sólo escuchamos los sonidos de esta tierra, de los pueblos cercanos y los animales del campo.
Los desayunos, comidas y cenas son exquisitos, variados y muy bien preparados, a base de productos de la tierra y del río. Uff, qué pasada!!!
Las zonas arqueológicas que nos encontramos también son espectaculares. El primero en visitar es el templo de Esna, menos frecuentado de lo que debiera, pero realmente merecedor de visita. Al día siguiente, tras el desayuno, el barco atraca en un puertecito al lado de unas cuatro casas, un paseo de un par de kilómetros nos lleva a unas tumbas excavadas en la montaña; son las tumbas de los gobernadores de la zona y nos muestran cómo era la vida diaria en el Imperio Nuevo. Cuando el dios Ra descarga su ímpetu con más fuerza, y como viene siendo costumbre en nuestro viaje, llegamos a Edfu, que tiene el templo mejor conservado de todo el país: nos deja boquiabiertos. Nosotros y cuatro turistas más nos deleitamos con la visita y el calor se hace menos.

Moraleja: mejor hacer las visitas cuando más calor hace para no aguantar colas, poder moverte por los rincones sin problemas y hacer las fotos que queramos sin “bichos”. De esta forma no hemos tenido que sufrir ninguna cola en todo el viaje y hemos disfrutado mucho todas las visitas.
Esta opción de conocer el Nilo y sus alrededores es una maravilla y lo recomendamos a todos los que penséis programar un viaje por aquí.

Nota del traductor:
Parecemos viajeros victorianos surcando el Nilo: nosotros dos junto a Abu, los únicos huéspedes en la dahabiyya y 7 tripulantes trabajando para nosotros (5 en la dahabiyya y dos más en la barca que nos remolca cuando eolo decide no ejercer su fuerza).
Pero, claro está, siempre hay que hacer frente a imprevistos y problemas. Hoy hemos tenido un pequeña avería antes de llegar a Edfu en el motor de la barca remolcadora, que ha dicho “basta” y el cigüeñal parece que ha dejado de girar. Así que, como no se podía cruzar a vela el puente que nos separaba del embarcadero, nos han facilitado una calesa para acercarnos hasta el templo de Edfu mientras ellos han seguido sus reparaciones: muy bien pensado.


La vida sigue en la “dahabiyya” y en el Nilo. En el próximo post seguiremos contando.

El sol del Ramadán




El sol sale a eso de las 5,30 y sale a lo bestia. Es difícil no darse cuenta del poder del dios Ra en este país. Por mucho que otras religiones y creencias hayan querido imponerse, aquí la vida se organiza en torno a los deseos de Ra, el principal dios de los antiguos egipcios. Incluso hemos visto que el ayuno se corta a diferentes horas en diferentes lugares, dependiendo de la hora a la que el sol se oculta.
En ese mismo instante en el que el dios sol se oculta comienzan a escucharse las llamadas desde todos los minaretes al unísono. El mundo, que en los últimos minutos ha estado casi callado, aletargado, pero en tensión, estalla de repente y a las liturgias que se difunden de arriba abajo se suma el bullicio de los creyentes que celebran a ras del suelo, diciendo adiós al último rayo, haber podido cumplir un día más de ayuno y se disponen a disfrutar del ágape bien merecido.
De repente, no más allá de 2 minutos después, vuelve a hacerse el silencio, las calles vacías, la noche que llega y el mundo parece que se detiene.
Pero no es verdad, lo que pasa es que todo ser viviente está llenando sus estómagos de bebida (que la sed acumulada durante el día es muy fuerte) y de comida.
La liturgia gastronómica comienza. En la zona del desierto, con dátiles y sopa, para reponer fuerzas rápidamente y preparar el estómago poco a poco, descansando un poco para seguir con  los platos más potentes y especiados. En otras zonas, según toque, según sea costumbre o según se pueda. El caso es reponer líquidos y comer, comer, comer.
A reglón seguido, el bullicio aparece en las calles, las tiendas se llenan de visitantes, queda poco para el fin del Ramadán y hay que ir preparando la festividad con comidas, vestidos..., el cole empezará también pronto y hay que reponer los materiales escolares... En fin, que el caso es salir. Es la hora de los atascos. Y el bullicio no cesará hasta bien entrada la noche.
Más tarde, a eso de las 4 de la madrugada, con la nueva llamada desde los altos minaretes, la gente despertará, se prepararán más viandas con las que los cuerpos podrán hacer frente al nuevo día, que llegará en una o dos horas... Pero para entonces unos dormirán y otros no tendrán más remedio que afrontar la jornada de trabajo.